La conciencia es norma de moralidad

 La conciencia moral, entendida como la capacidad de valorar nuestros actos y juzgar su rectitud, juega un papel fundamental en la ética. Actuar en conciencia implica ser conscientes de nuestras acciones, sus intenciones y sus consecuencias, y evaluarlas según criterios de bien y mal. Esta capacidad de valoración es lo que nos permite asumir la responsabilidad de nuestras decisiones y actuar de manera ética.

La conciencia moral es una norma de moralidad en el sentido de que es nuestra guía interna para determinar qué es correcto o incorrecto. Nadie puede ocupar nuestro lugar en las decisiones que tomamos ni en las convicciones que tenemos. Aunque podemos recibir información y consejos de otros, la decisión final de actuar recae en nuestra conciencia individual.

Esta capacidad subjetiva de elaborar conocimientos objetivos puede variar según el desarrollo personal, la información, la formación y la trayectoria moral de cada individuo. Sin embargo, debemos atenernos a nuestros propios juicios y convicciones, ya que reflejan nuestra comprensión de la realidad en un momento dado. Respetar nuestra conciencia es fundamental para mantener nuestra autonomía y autenticidad como personas.

La conciencia no es un mecanismo automático que nos proporciona respuestas fáciles a dilemas morales, ni es simplemente el resultado de influencias externas. Es una apertura radical a la realidad y la capacidad de ver en ella posibilidades de realización humana. Nuestras acciones, guiadas por la conciencia, moldean nuestra identidad y nos hacen responsables de nuestro propio desarrollo moral.

En última instancia, la conciencia moral es la brújula que nos guía en nuestro camino ético. Al actuar en conciencia, no solo somos responsables de nuestras acciones, sino también de la formación y el desarrollo de nuestra propia conciencia. Es a través de este proceso continuo de reflexión y autoevaluación que podemos aspirar a una vida moral plena y auténtica.